Portada del mes de junio 2024 de la serie el amor que nos cambia en su tercer año
En el texto del mes de junio del 2024 del tercer año de la saga "El amor que nos cambia" Todos anhelamos contar con un día más de vida o salir bien de una situación en la que podamos perderla. Dios nos prepara el camino a través de su palabra para que a través de ella cumplamos con tener parte en el reino de los cielos con Jesús.
Pareciera ser imposible encontrar la verdad, ésta muchas veces nos es esquiva porque nos ocurren infinidad de situaciones que hacen tener que ocuparnos antes de las que están agobiándonos, dejando de lado el camino de Dios.
Perdemos la esperanza si todo sigue igual o no se ve un cambio.
Buscamos la verdad en la biblia, pero es demasiado difícil perseverar en sus mandatos. No es sencillo ver algo reflejado en nosotros. Al resolver una situación se siguen presentando otras más difíciles.
Perseveramos, pero pareciera perder sentido al no encontrar resultados en quienes no creen. También en nosotros porque suele ser desgastante sin tener algo alentador en lo que ellos hacen.
No obstante, allí estamos tratando sin deponer nuestras fuerzas, creyendo en las promesas de Dios que se develan en testimonio vivificador de nosotros y en otros hombres.
El cambio se suele dar en la medida que tengamos fe y verán que eso tampoco viene a ser alentador, muchos tenemos varios aspectos en la vida nada resueltos y no tiene caso querer resolverlos ya.
En una prédica que escuché encontré que quien la daba mencionó, unos conseguirán caminar con Cristo teniendo cosas materiales y otros sin cosas materiales. Unos tienen casa y consiguen acercarse a Dios así, pero otros se acercan a Dios y están en la verdad sin una casa consigo, teniendo que arrendar y qué importa si así consigue tener a Cristo con él.
Así que, si Dios considera que lo tengas o que no, nosotros tenemos que entender que era necesario ser así para seguir acercándonos a Dios todos los días de nuestra vida.
Si uno tiene mujer y está casado y así ambos caminan con Cristo, pues bien; otros no tienen una mujer o la tienen, pero no logran casarse o no quieren hacerlo y aunque están en pecado, se les ve cerca de Dios.
En realidad, Dios sabe la condición en la que te encuentras y te busca así para que te acerques a Él cada día de tu vida. No debe importarnos la situación en que nos encontremos porque esta condición de pecado es la que te hace aferrarte o colocar tu fe en Dios.
Querer tener a Dios cerca con todas sus bondades pese a que se piensa no tener mayor sentido, es notar que postrado en el pecado se puede seguir cayendo a lo más hondo y creyendo permaneces con la cabeza levantada para no deponer tus esfuerzos.
La gracia de Dios está por encima del pecado, Dios puede sacarnos de la situación en que se halla cada hombre aún parecer imposible.
Recuerdan al hijo pródigo que tuvo que encontrarse en la situación de no poder alimentarse de las algarrobas de los cerdos para que alzase la vista y entendiera y se dijera así mismo “papá, he pecado contra el cielo y contra ti; no merezco ser llamado tu hijo” y así supo armarse con valor para volver al lado de su padre.
Es sentir vergüenza, es sentir estar muriéndonos lo que normalmente nos hace reflexionar y hacernos volver nuevamente la mirada a Dios o es que es la única forma en ocasiones para encontrar un corazón dispuesto.
Pues bien, entonces ahora es necesario decir que el pecado nos trajo la muerte y es la muerte la que doblega a todos los hombres. Aún sepamos desde que tenemos uso de razón que irremediablemente vayamos a morir nos aferramos por un día más de vida. O nos aferramos a vivir un momento más para que Dios no nos vaya a enviar al lugar del lloro y crujir de dientes, el infierno.
«¡Hemos pecado al hablar contra el Señor y contra ti! ¡Pídele al Señor que aleje de nosotros las serpientes! Moisés pidió al Señor que perdonara a los israelitas, y el Señor le dijo: Hazte una serpiente como ésas, y ponla en el asta de una bandera. Cuando alguien sea mordido por una serpiente, que mire hacia la serpiente del asta, y se salvará.»
Miles de años antes de que Jesucristo viniese ya se hablaba de Él en el madero, pues esa serpiente de bronce levantada en el desierto se refería al Cristo. Hay que recordar que Jesús también hizo mención que es necesario que el hijo del hombre muera para que sea levantado y aquél que en Él crea no muera y tenga vida eterna.
Entonces, aun el más sensato y el que ha caído mil veces y las mil veces se ha levantado gracias a Dios, aquél siempre esperará seguir con vida un día más y poder levantarse por última vez.
Tras la resurrección de Jesús ya en el nuevo testamento encontramos esta frase “Para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia” el vivir por Cristo nos hace entender que hasta la muerte que tengamos va a ser en servicio de Él.
Nuestro cuerpo es lo que nos aleja de Dios y el espíritu nos acerca a Cristo mismo. Si morimos dejamos el cuerpo y somos espíritu. Sin el cuerpo que nos alejaba de Dios; ahora sin él, es el espíritu que nos llevará a Jesús.
Otra frase que encontramos es “el espíritu es el que da la vida, el cuerpo para nada aprovecha” y verán que guarda una estrecha relación con lo mencionado arriba. Porque el cuerpo que nos echaba a perder el espíritu el día de nuestra muerte no podrá seguir echárnoslo a perder.
Y verán también que Jesús dijo si un hombre lo ha ganado todo en la vida, pero pierde su alma qué hará para volverla a recuperar. Ahora nosotros podemos decir, aquel hombre que todo lo que vivió fue de desperdicio, lo único que lo hará encontrar la salvación es Jesús. Encontrará que Jesús va a ser que recupere la vida, devolviendo todo lo que lo hizo perder su espíritu, sus posesiones materiales.
«Te falta solo una cosa, toma todo lo que tienes véndelo y dáselo a los pobres, luego regresa y sígueme».
Aquel joven acaudalado pudo encontrarse en el reino de los cielos con Jesús luego de hacer lo que le pidió. Los discípulos de Jesús así lo consiguieron, pero aquel joven que le había preguntado “Maestro bueno ¿Qué debo de hacer para heredar el reino de los cielos?” Al tener mucho tenía puesta su confianza en sus posesiones y le fue imposible ver a Jesús como el Cristo que le devolvería todo lo que dejase en pos de salvar su alma.
Le fue difícil reconocer a Jesús como el hijo de Dios, como el mesías que debía de venir.
El ciego de Jericó, Bartimeo, le dijo “Jesús, hijo de David” y también más adelante, el centurión romano le dijo “Señor, yo no merezco que entres en mi casa” y verán que aquel muchacho acaudalado le dijo “maestro bueno, qué debo hacer para entrar en el reino de los cielos”, no lo pudo reconocer como el hijo de David que esperaba el pueblo judío, tampoco como Señor que es como lo llamó el centurión romano.
Quizás el joven llevaba en su corazón guardando los mandamientos desde niño, por eso pensó que lo merecía. En adelante reconocemos que nadie merece heredar el reino, no es por merecimiento que se consigue. Jesús nos lo otorga por gracia. Por eso sabía lo que estaba haciendo cuando le mencionó “solo hay algo más”.
Aquel joven estaba en el camino correcto solo que no se entregó a la gracia de la voluntad del hijo de David, su Señor.
Fueron las riquezas que poseía determinante en su decisión, o imagínense al hijo pródigo notar que había pecado contra el cielo y contra su padre, pero sin faltarle la comida o con todas sus posesiones intactas sin haberlas malgastado, él no hubiese hecho esta declaración y volver para declarárselo a su padre. Pero cuando no tuvo nada no tenía ya nada que dejar atrás; al volver al lado de su padre, él lo supo reconocer como su hijo y le devolvió todo tal como si nunca se hubiera marchado.
Estas situaciones que las tienes tú no las tiene nadie, pero este mismo espíritu engloba a todos, es lo que nos coloca en el camino de encontrarnos otra vez cerca de Dios.
No tiene sentido estar en el camino de Dios sin admitir tener pecado, pero Él nos perdona y recuerda olvidarlo, olvida nuestros pecados para no querer apartarnos más de su bendición.
«Y lo resucitaré en el día final.»
Qué es el día final, o para qué sirve lo que se mencionó al comienzo del relato “si todo sigue igual o no se ve un cambio”. Es para tener el corazón dispuesto a cada momento pese a que en todo instante parece no tener sentido.
Quizás unos crean que es así y otros no.
Los que lleguen al final no repentinamente y con sus facultades le servirá el presente actual.
A algunos le llegará este momento repentinamente. Y quienes salieron con vida contaron que al sentirse estar a punto de morir en una situación angustiosa como en un accidente, sintieron pasar toda su vida en tan solo un instante, pero que no se fueron y nos lo cuentan para entender que quizás hallaron algo en aquel recuerdo para vivir.
Quizás todos al momento de morir, en aquel instante final pasen eso y unos lo pueden contar y otros no porque habrán partido de este mundo. Se debe estar preparado para dicho instante. Sería imposible creer que todos tendremos la posibilidad de tener esta oportunidad.
«Pero sepan esto, que si el dueño de una casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, se mantendría despierto y no dejaría que nadie se metiera en su casa a robar.»
Si uno trae la decisión de seguir a Cristo ahora, en el final lo tendrá claro, estará vigilante porque no se sabe el día que Jesús vendrá, por lo que Dios nos manda a perseverar en sus caminos; el demonio está como un león al acecho de su presa.
Qué sucede con los que no lo tienen claro. O sienten que tienen algo sin resolver, ellos pueden echar a perder ese momento final y cómo los ha de resucitar, Jesús.
A eso apunta Jesús y no solo a eso a mucho más que eso. También mencionó Jesús “Dichosos los que por mí los persiguen, los insultan, y dicen de ustedes toda clase de calamidades porque de ellos es el reino de los cielos”.
Porque si haces de tu vida un servicio a la voluntad de Dios eres parte de lo que vivió Jesús y eso es pertenecer a su reino.
Sin embargo, la frase “Yo lo resucitaré en el último día”, va para todos, aun para los que les falta algo más. Al vender todo lo que tenemos está en relación con el reino de Dios.
Mencionó Jesús “el reino de los cielos es como aquel tesoro que encontró un hombre escondido debajo de la tierra, volvió a enterrarlo; vendió todo lo que tenía y compró aquel campo”.
Si es de percatarnos aquel reino que pidió aquel joven rico tener, lo tendría al lado de Jesús; con Él no le faltaría nada y sin faltarle nada nos referimos a ese anhelo sin cumplir por el que se había acercado y se lo pidió.
Aquel reino es de percibir al dejar todos nuestros bienes al contar con su presencia.
Los bienes materiales enceguecen la conciencia del hombre y como está en el relato eso mismo sucedió con este muchacho. Eso le llenó de molestia a Jesús pues aquél se retiró triste y no tardó Jesús en mencionar “¡No confíen en las riquezas! o ¡No pongan su confianza en las riquezas!”.
En el antiguo testamento en el principio fue Adán que puso atención en las palabras de su mujer y dejó de tener por encima las palabras de Dios y eso lo llevó a pecar.
Adán fue el primer profeta, el único que no nació de una mujer y Juan el Bautista el más grande entre los profetas que vino para preparar el corazón de los hombres, para cuando Jesús empezase el servicio por el que le envió su Padre.
No somos de Juan, no somos de los antiguos profetas; somos de Jesús que en sus manos está la vida. El que restablece el camino desde Adán hasta el último hombre en el fin de los tiempos.
Pensamos que debemos tener una vida intachable, pero verán que el hombre
por sí mismo no lo conseguirá. Jesús es quien nos resucitará el último día.
El último día es hoy, siempre el último día es hoy, no hay pasado pues ya sucedió y no hay futuro porque aún ha de suceder, el último día es hoy.
Pensamos que llevando una vida sin vicisitudes nos colocará mejor para aceptar el reino de Dios y no es así.
Es con Jesús y su ejemplo de vida lo que nos lleva al reino de los cielos, no fue aquel malhechor que estaba a su derecha cuando estaba crucificado que halló gracia para estar en el reino de los cielos. Y si aquél fuera a dar testimonio en el cielo no diría “yo viví una vida de desperdicio, ocasionaba daño a personas como yo, mis actos fueron para hacer de mi vida camino de muerte, pero aquel que estaba crucificado a mi lado y que no merecía una muerte así me trajo aquí, al paraíso”.
Entonces nos preguntamos “¿Eso le trajo a estar en el cielo? ¿Qué virtud halló Dios en aquél para estar gozando con Jesús en su reino?
Y si vamos poco atrás a este relato veríamos que el hijo pródigo, malgastó la herencia de su padre, vayamos al momento de la fiesta tras su regreso, la fiesta que hizo su padre matando al becerro gordo para que se alegren de que haya llegado sano.
En la fiesta en su honor, aquél estaría mencionando el testimonio que vivió «Tras recibir la herencia de mi padre fui a un país lejano, pasé días obnubilado con bebida y con mujeres, tuve días placenteros en el pecado, pero lo que me trajo de regreso no fue nada de eso. No, fue tras la hambruna en ese país, sin dinero y sin poder alimentarme de las algarrobas que les daban a los cerdos; eso me hizo reflexionar y decirme “en la casa de mi padre hay muchos jornaleros que tienen comida, iré donde mi padre para hacerme como uno de ellos”.»
Igual nos preguntamos ¿Por qué aquel padre de familia le devolvió todo lo que había perdido al marcharse?
En ambos casos fue porque Dios Padre encuentra alegría, junto a sus ángeles del cielo, por aquel pecador que se convierte que en aquellos que no lo requerían.
El reino de los cielos está lleno de testimonios vivificadores y de proezas, de sueños que devienen de un pasado tormentoso del que supieron levantarse para volver la mirada a Dios y creer.
Los pecadores no merecían nada y lo consiguieron. Aquellos con una vida intachable sin salir nunca de las bondades de estar en la casa del Padre no logran estos testimonios. Ellos no logran ver la misericordia que tiene por ellos que lo perdieron todo y sin merecerlo; es la gracia del sacrificio de Jesús que les devuelve la fe y la esperanza por la vida.
No anhelen nada de lo que hay en la tierra, anhelen lo eterno, lo incorruptible que lo encontrarán en el reino y ese reino vive en nosotros porque Dios mismo nos hizo a su imagen y semejanza.
Es el espíritu que sopló en la nariz del primer hombre y aquel hombre tuvo vida y esa vida no puede ser diferente a la de nuestro creador, con una vida eterna.
Si ponemos atención a detalle de como creó a Dios al hombre encontraremos que Dios tomó el polvo de la tierra para formar al hombre y sopló sobre su nariz y fue un ser viviente, esto en el libro de génesis.
En el libro de Ezequiel se encuentra el siguiente texto.
«Profetiza sobre estos huesos, y diles: “Huesos secos, oigan la palabra del Señor. Esto es lo que Dios el Señor les dice: ‘Huesos, voy a hacer que entre en ustedes el espíritu, y ustedes volverán a vivir. Voy a poner tendones en ustedes, y volveré a cubrirlos de carne y de piel; pondré también el espíritu en ustedes, y volverán a vivir.’ Así sabrán que yo soy el Señor.” Yo profeticé, tal y como se me ordenó, y mientras yo profetizaba hubo un ruido y un temblor, y los huesos se juntaron el uno con el otro.»
Dios ha de restaurar al hombre en la resurrección, pero verán que el espíritu es el que denota vida, sin espíritu no hay vida. El hombre sin espíritu solo es un montón de huesos secos.
El espíritu es lo perdurable, pero al detenernos aquí veamos que indica que mientras profetizaba hubo un ruido y un temblor lo que nos lleva a este otro texto.
«Y hubo relámpagos, estruendos, truenos y un violento terremoto. Nunca, desde que el género humano existe en la tierra, se había sentido un terremoto tan grande y violento.»
Otra vez más guarda relación con el ruido del temblor cuando profetizaba el profeta Ezequiel antes de que los huesos secos se juntaran para tener vida nuevamente por el espíritu que les colocaba Dios.
En el fin de los tiempos todos los profetas reclaman venganza por lo que padecieron haciendo la voluntad de Dios estando vivos.
«Entonces, si alguno os dijere: Mirad, aquí está el Cristo, o mirad, allí está, no lo creáis. Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos.»
En todo instante estemos vigilantes porque esto que se nos relata en la biblia ocurrirá a cada uno. Nos llegará el momento de una forma que Jesús ha de salvarnos o resucitarnos para que se cumpla todo.
«Pero cuando viereis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción ha llegado. Entonces los que estén en Judea, huyan a los montes; y los que estén en medio de ella, váyanse; y los que estén en los campos, no entren en ella.»
Todos pasaremos estas cosas para salvarnos, pero si hemos de perseverar debemos mantenernos firmes y poder presentarnos de pie delante del Señor.
«Porque dondequiera que estuviere el cuerpo muerto, allí se juntarán los buitres.»
Siendo Dios, un Dios de vivos y para Él los profetas de antes, están vivos. Mencionó “dejen que los muertos entierren a sus muertos, pero tú, ve y anuncia por todas partes el reino de los cielos”. El gran propósito de Dios está por encima de padres, hermanos y familiares, de celebraciones de defunciones de familiares, porque esto mismo hizo Jesús sin tener un lugar donde recostar su cabeza.
A todo hombre le ha de llegar la hora de morir, pero Jesús relata que todos pasarán estas cosas. Si han de pasar esto que se relata y muchos ya murieron porque ha transcurrido 2.000 años desde que Jesús estuvo entre nosotros. Cada ser que se salvó, cada uno de ellos pasó el fin de sus días o el último día de forma similar a lo que se menciona en el relato y los que son de esta generación de Jesús, Él los resucitará llegado el fin del mundo.
Oración. Dios Padre te agradecemos por tus palabras en las sagradas escrituras y por los testimonios que nos das a través de nuestros hermanos, eso nos alienta a salir victoriosos en el día de nuestro fin. Nos dan el aliento de tu Espíritu para perseverar con la gracia que emana de allí y así conseguir entrar en tu reino. Gracias por colocar a las personas correctas y a las que nos hacen tener la fuerza de sobrellevar estas situaciones y las que vendrán congregándonos en tu iglesia. Así como los profetas y discípulos pasaron por lo que tu pasaste, nosotros, viendo tu ejemplo de amor y sacrificio confiamos en que lo podamos conseguir, síguenos dándonos la fortaleza de tu Espíritu. Todo esto te lo pedimos en el nombre de tu hijo, nuestro Señor Jesús, amén.
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