lunes, 2 de septiembre de 2024

MES DE SETIEMBRE 2024, EL REINO DE LOS CIELOS

 

Portada de la saga "El amor que nos cambia en su 3° año" El reino de los cielos

En el texto de setiembre del 2024 de la saga “El amor que nos cambia en su 3° año” podemos notar que el reino de los cielos permanece en las personas que perseveran en las enseñanzas bíblicas.

No la hallaremos en algo de este mundo, se halla en las experiencias personales al cumplir con la voluntad de Dios, cuando hallamos necesidad en otros y la satisfacemos dándoles lo que requieren.

Les ponemos a su disposición el relato completo de forma gratuita a través de su página del libro DANA.

Les pedimos la comparta para que muchos como ustedes puedan disfrutarlo también.

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EL REINO DE LOS CIELOS

En nuestros días cotidianos caminamos por la vida y percibimos el mundo a través de lo que hacemos, si somos niños o jóvenes a través de las vivencias en el colegio, si somos adultos desenvolviéndonos en el trabajo; en suma, es haciendo nuestras labores.

 

Es haciendo lo que nos agrada o haciendo nuestras obligaciones que logramos percibir lo que nos rodea, es con las personas cerca de nosotros que nos formamos una idea de la realidad que vivimos. En gran medida porque quienes están con nosotros elijen cosas similares a lo que hacemos, y con ellos conseguimos tener una opinión vivencial y cotidiana.

 

Como es común luego de estudiar logramos desarrollarnos trabajando y si hemos logrado concluir los estudios nos desempeñamos en aquello que nos vinimos preparando; en ocasiones es luego del colegio secundaria, de forma similar si se concluyeron estudios superiores desempeñándonos como profesionales.

 

Es también común tener intereses que se desarrollan a la par, desarrollamos pasatiempos de aquello que nos gusta y muchos con nosotros que saben de esto o que tienen el mismo pasatiempo suelen ser nuestros amigos.

 

Buscamos desarrollarnos plenamente y ser consecuentes con el entorno que nos ve crecer y para eso es necesario encontrar un sentido social a lo que hacemos.

 

Qué sucede si al ser consecuentes esto no concuerda con quienes están con nosotros. O si muchos de los que tenemos cerca no perciben un sentido adecuado para seguir creciendo de este modo. Nos juzgan de tal modo que no contribuye a nuestro crecimiento o nos retiran la confianza por un error o por una actitud y nos es necesario seguir nuestro camino apartándonos.

 

Al juzgar nuestras acciones se acrecienta un sentido mayor o más grande para que en adelante tengamos una visión correcta de nosotros y de ellos; el cual concuerde con nuestro sentido social del ámbito que se había creado y que no nos quite nuestros anhelos más puros.

 

Qué sucede cuando sentimos no pertenecer a ellos porque nuestros sueños se diluyen al seguir juntos, nuestra identidad se menoscaba y no quisiéramos que eso suceda.

 

«El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor. y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él. Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros. Y todos daban buen testimonio de él, y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca, y decían: ¿No es este el hijo de José? Él les dijo: Sin duda me diréis este refrán: Médico, cúrate a ti mismo; de tantas cosas que hemos oído que se han hecho en Capernaum, haz también aquí en tu tierra. Y añadió: De cierto os digo, que ningún profeta es aceptado en su propia tierra. Y en verdad os digo que muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en toda la tierra; pero a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempo del profeta Eliseo; pero ninguno de ellos fue limpiado, sino Naamán el sirio. Al oír estas cosas, todos en la sinagoga se llenaron de ira; y levantándose, le echaron fuera de la ciudad, y lo llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual estaba edificada la ciudad de ellos, para despeñarlo. Mas él pasó por en medio de ellos, y se fue.»

 

El momento en que nuestras vidas se ha hecho del agrado de Dios, surge la ruptura con todo lo que el mundo ofrece. La unidad con Dios supone una ruptura con el esplendor que se puede lograr en la tierra. El reconocimiento, la vanagloria, buscar todo tipo de sensaciones que nos apartan de sus enseñanzas es cuanto nos aparta del verdadero camino enmarcado en la palabra de Dios.

 

No, no nos equivoquemos las jerarquías que Dios puso en los hombres no es para ponernos sobre otros hombres, todos somos iguales ante Dios y somos semejantes a nosotros en todo. Nos la dio para guiar sin dejar de pertenecer a su rebaño, uno más dentro de la iglesia, como hermanos, con las mismas dificultades, con las mismas necesidades.

 

Y si Dios coloca a un hombre para guiar, la respuesta es clara “ningún profeta es aceptado en su propia tierra… y lo llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual estaba edificada la ciudad de ellos, para despeñarlo. Mas él pasó por en medio de ellos, y se fue”.

 

La referencia más clara es que Dios no da señales que eligió a éste o a aquel otro, es que a Dios nadie lo ha visto y cuando coloca a un hombre en medio de una multitud o de un pueblo no se le verá indicándonoslo, se verá su Espíritu Santo obrando en favor del pueblo de Dios.

 

«Entonces el Señor dijo a Moisés: Mira, yo te hago como Dios para Faraón, y tu hermano Aarón será tu profeta. Tú hablarás todo lo que yo te mande, y Aarón tu hermano hablará a Faraón, para que deje salir de su tierra a los hijos de Israel. Pero yo endureceré el corazón de Faraón para multiplicar mis señales y mis prodigios en la tierra de Egipto. Y Faraón no os escuchará; entonces pondré mi mano sobre Egipto y sacaré de la tierra de Egipto a mis ejércitos, a mi pueblo los hijos de Israel, con grandes juicios. Y sabrán los egipcios que yo soy el Señor, cuando yo extienda mi mano sobre Egipto y saque de en medio de ellos a los hijos de Israel. E hicieron Moisés y Aarón como el Señor les mandó; así lo hicieron. Moisés tenía ochenta años y Aarón ochenta y tres cuando hablaron a Faraón.»

 

Las evidencias de que Dios envía a hombres para libertar a su pueblo se repiten en forma cíclica como representaciones de lo mismo que ocurre ahora y asimismo en el final de los tiempos.

 

No hay nada en la biblia que no nos vayamos a encontrar ahora o más adelante que ya no se haya tratado o visto en las escrituras sagradas.

 

Esto mismo hizo Dios con su hijo Jesús. Es a partir de su venida que somos una generación con el Espíritu Santo enviado a los hombres. obrando con nosotros, no somos una siguiente generación, ya no se suceden una generación tras otra, somos la generación incrédula y perversa, la generación que implora por su consuelo.

 

«Luego el diablo lo llevó a la ciudad santa e hizo que se pusiera de pie sobre la parte más alta del templo y le dijo:

—Si eres el Hijo de Dios, tírate abajo. Pues escrito está “Ordenará que sus ángeles te protejan y ellos te sostendrán en sus manos para que no tropieces con piedra alguna”.»

 

El mundo es lo que el diablo edificó, el príncipe de este mundo está al acecho. Cuando a Jesús lo oyeron leyendo el rollo indicando que “hoy mismo se ha cumplido las escrituras”, ellos se maravillaron. Pero no pensaron que los recriminaría por sus actos, pensaron que colmaría sus sentidos con la paz y libertad aparente que este mundo ofrece. No creyeron que Él vino para reconvenir los corazones a anunciar la buena nueva a los pobres, a sanar a los quebrantados de corazón.

 

Todas las jerarquías de este mundo lo reconocerán y se postrarán, no hay nadie que no doblará sus rodillas ante Él. Ven como pudo pasar en medio de ellos cuando lo llevaron para despeñarlo. Si Jesús hubiera sido presa de la tentación del demonio en el desierto cuando le hubo dicho “Lánzate de lo alto del templo porque escrito está que el Señor enviará a sus ángeles para que tu pie no tropiece sobre piedra”.

 

Si Jesús hubiera caído en el argumento del demonio en el desierto, cuando lo llevaron a ser despeñado desde el monte alto cuando les hubo recriminado “ningún profeta es aceptado en su tierra, y Elías no sanó a ninguno de su pueblo, sino que fue enviado a sanar a una viuda de Sarepta de Sidón y Eliseo no sanó de la lepra a ninguno de Israel, sino que sanó a Naamán, el sirio”.

 

Si Jesús tan solo hubiera dudado un poco, hoy el argumento del demonio, que sabemos no hay verdad en él, cuando fue a ser llevado a ser desbarrancado por los judíos, hubiera cobrado significado en aquel instante.

 

Es que el espíritu se disemina o se expande y una simple duda te lleva al vacío, te desencaja para pecar, te lleva al camino de condenación que no te pertenece.

 

Entonces si se hubiese dado el caso de Jesús caer por el despeñadero, en ese caso los ángeles hubieran salido a su encuentro y juntos lo habrían llevado a hacer el prodigio que indicó el demonio conseguiría.

 

Pero ven como el plan de Dios está por encima de las sensaciones de este mundo, del camino de condenación y de maldad del demonio.

 

En el primer relato, al comienzo se percibe haber encontrado admiración por las palabras que mencionó y todos los que lo escucharon pusieron sus ojos en Él. Entonces volvieron al pensamiento terrenal a lo que lo relacionaba con su linaje, e indicaron “¿éste no es hijo de José?”. Por lo que se vinieron abajo sus esperanzas. Una duda en una sola frase desdibujó la plenitud de aquel instante su fe y su confianza se habían perdido.

 

Dios no va a ser prodigios o señales para complacer a todos, estos prodigios se dan a cada instante y solo lo reconocen los que caminan por sus sendas. Dios aparta su rostro de quienes no creen porque viendo no ven y oyendo no escuchan.

 

El Reino de los Cielos es poder percibir el rostro de Dios en quienes sienten con un corazón de carne, en quienes el demonio les quitó todo para obligarlo a adorarlo y no lo hicieron.

 

Son los afligidos los que nos necesitan y no los gobernantes de esta tierra.

 

Está en lograr hacer lo que nos pide sus mandamientos.

 

El reino de Dios no es perceptible de forma ostensible ya está entre los hombres.

 

Está en lograr encontrar sentido a que se nos haya sido arrancado todo y aún sin nada, reparar en notar tener esto mayor significado.

 

Es acercarse a su gloria, gloria de la plenitud del Padre en su hijo único.

 

El corazón humano endurecido vuelve a ser de carne porque cobran mayor significado estos hechos relatados en la biblia.

 

Entonces el corazón mana la vida, mana la gracia de la plenitud de su Santo Espíritu.

 

El reino de Dios está al encontrar un espíritu semejante al tuyo en quien pareciera habernos herido, en nuestros enemigos.

 

Está al perdonar, por más que nuestras fuerzas estén dispuestas a destruir.

 

Está en arrepentirnos de las actitudes que tenemos, en deponer nuestras malas intenciones, en aceptar que Dios puede hacernos hombres nuevos.

 

Dios ha obrado en los hombres siempre y siempre lo hemos escuchado. Tenemos lo mismo de Él en nosotros pues somos a imagen y semejanza suya.

 

Entonces, nos preguntamos ¿El reino de los cielos es lo mismo que la salvación?

 

Aunque están profundamente entrelazados no son lo mismo. El reino de los cielos está presente a cada instante y el proceso puede ser intenso y sumamente largo. En el relato de Moisés la escritura da cuenta que Moisés tenía 80 años y Aarón 83 años.

 

No significa que antes de esa edad no gozaban y las bondades de Dios, quiere decir que siempre estuvo con ellos, pero se hace evidente su obra a una avanzada edad.

 

O también podríamos decir que Dios está todos los días de nuestra vida, incluso desde la concepción en el vientre de nuestra madre, pero adquiere un significado cuando hubo pasado el proceso y las pruebas.

 

«Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres.»

 

«Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel. Comerá mantequilla y miel, hasta que sepa desechar lo malo y escoger lo bueno.»

 

«Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones.»

 

«Porque tú formaste mis entrañas; Tú me hiciste en el vientre de mi madre. Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras;

estoy maravillado, y mi alma lo sabe muy bien.»

 

La salvación llegará al final de los tiempos a la humanidad entera. El reino de los cielos es el camino que seguimos al poner primero a Dios en todo. Y es necesario poner en práctica la palabra de Dios.

 

No se halla de forma ostensible o que se pueda decir “aquí está o allá está” se consigue cuando nuestra fe mueve aquella montaña que nos impedía acercarnos a Dios.

 

«Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y amplia es la senda que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella, porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.»

 

Se salvan, pero este otro camino es placentero y espacioso; es la condenación que recibirán todos aquellos que no se reconvinieron a las palabras de vida y verdad de Jesús el hijo y que está enmarcada en las sagradas escrituras.

 

Oración. Señor amado, Dios Padre, queremos seguir tu camino, pero no encontramos en nosotros la fortaleza necesaria; necesitamos que pongas en nosotros tu gracia para conseguirlo. Tu hijo nos mostró el camino, pero nuestras necesidades nos agobian. Haz que no perdamos la vista tu reino, es la mejor forma de vernos contigo. Te pedimos también por quienes están cerca de nosotros, son seres iguales a nosotros que pasan por las mismas angustias y aflicciones, pero gracias a ti venimos perseverando y fortaleciéndonos pues tu gracia y tu poder nunca se apartaron. Queremos que todos encuentren la senda que quieres que sigamos y podamos desenvolvernos como verdaderos hermanos.

Todo esto te lo pedimos en el nombre de tu Hijo, nuestro Señor Jesús.  Amén.

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