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Portada de la saga "El amor que nos cambia en su 3° año" El reino de los cielos |
En el texto de
setiembre del 2024 de la saga “El amor que nos cambia en su 3° año” podemos
notar que el reino de los cielos permanece en las personas que perseveran en
las enseñanzas bíblicas.
No la
hallaremos en algo de este mundo, se halla en las experiencias personales al
cumplir con la voluntad de Dios, cuando hallamos necesidad en otros y la
satisfacemos dándoles lo que requieren.
Les ponemos a
su disposición el relato completo de forma gratuita a través de su página del
libro DANA.
Les pedimos la
comparta para que muchos como ustedes puedan disfrutarlo también.
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EL REINO DE LOS
CIELOS
En nuestros
días cotidianos caminamos por la vida y percibimos el mundo a través de lo que
hacemos, si somos niños o jóvenes a través de las vivencias en el colegio, si
somos adultos desenvolviéndonos en el trabajo; en suma, es haciendo nuestras
labores.
Es haciendo lo
que nos agrada o haciendo nuestras obligaciones que logramos percibir lo que
nos rodea, es con las personas cerca de nosotros que nos formamos una idea de la
realidad que vivimos. En gran medida porque quienes están con nosotros elijen
cosas similares a lo que hacemos, y con ellos conseguimos tener una opinión
vivencial y cotidiana.
Como es común luego
de estudiar logramos desarrollarnos trabajando y si hemos logrado concluir los
estudios nos desempeñamos en aquello que nos vinimos preparando; en ocasiones
es luego del colegio secundaria, de forma similar si se concluyeron estudios
superiores desempeñándonos como profesionales.
Es también
común tener intereses que se desarrollan a la par, desarrollamos pasatiempos de
aquello que nos gusta y muchos con nosotros que saben de esto o que tienen el
mismo pasatiempo suelen ser nuestros amigos.
Buscamos desarrollarnos
plenamente y ser consecuentes con el entorno que nos ve crecer y para eso es
necesario encontrar un sentido social a lo que hacemos.
Qué sucede si
al ser consecuentes esto no concuerda con quienes están con nosotros. O si
muchos de los que tenemos cerca no perciben un sentido adecuado para seguir
creciendo de este modo. Nos juzgan de tal modo que no contribuye a nuestro
crecimiento o nos retiran la confianza por un error o por una actitud y nos es
necesario seguir nuestro camino apartándonos.
Al juzgar nuestras
acciones se acrecienta un sentido mayor o más grande para que en adelante tengamos
una visión correcta de nosotros y de ellos; el cual concuerde con nuestro
sentido social del ámbito que se había creado y que no nos quite nuestros
anhelos más puros.
Qué sucede
cuando sentimos no pertenecer a ellos porque nuestros sueños se diluyen al
seguir juntos, nuestra identidad se menoscaba y no quisiéramos que eso suceda.
«El Espíritu
del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los
pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar
libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los
oprimidos; a predicar el año agradable del Señor. y enrollando el libro, lo dio
al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en
él. Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de
vosotros. Y todos daban buen testimonio de él, y estaban maravillados de las
palabras de gracia que salían de su boca, y decían: ¿No es este el hijo de
José? Él les dijo: Sin duda me diréis este refrán: Médico, cúrate a ti mismo;
de tantas cosas que hemos oído que se han hecho en Capernaum, haz también aquí
en tu tierra. Y añadió: De cierto os digo, que ningún profeta es aceptado en su
propia tierra. Y en verdad os digo que muchas viudas había en Israel en los
días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses, y hubo
una gran hambre en toda la tierra; pero a ninguna de ellas fue enviado Elías,
sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel
en tiempo del profeta Eliseo; pero ninguno de ellos fue limpiado, sino Naamán
el sirio. Al oír estas cosas, todos en la sinagoga se llenaron de ira; y
levantándose, le echaron fuera de la ciudad, y lo llevaron hasta la cumbre del
monte sobre el cual estaba edificada la ciudad de ellos, para despeñarlo. Mas
él pasó por en medio de ellos, y se fue.»
El momento en
que nuestras vidas se ha hecho del agrado de Dios, surge la ruptura con todo lo
que el mundo ofrece. La unidad con Dios supone una ruptura con el esplendor que
se puede lograr en la tierra. El reconocimiento, la vanagloria, buscar todo
tipo de sensaciones que nos apartan de sus enseñanzas es cuanto nos aparta del
verdadero camino enmarcado en la palabra de Dios.
No, no nos
equivoquemos las jerarquías que Dios puso en los hombres no es para ponernos
sobre otros hombres, todos somos iguales ante Dios y somos semejantes a nosotros
en todo. Nos la dio para guiar sin dejar de pertenecer a su rebaño, uno más dentro
de la iglesia, como hermanos, con las mismas dificultades, con las mismas
necesidades.
Y si Dios
coloca a un hombre para guiar, la respuesta es clara “ningún profeta es
aceptado en su propia tierra… y lo llevaron hasta la cumbre del monte sobre el
cual estaba edificada la ciudad de ellos, para despeñarlo. Mas él pasó por en
medio de ellos, y se fue”.
La referencia
más clara es que Dios no da señales que eligió a éste o a aquel otro, es que a Dios
nadie lo ha visto y cuando coloca a un hombre en medio de una multitud o de un
pueblo no se le verá indicándonoslo, se verá su Espíritu Santo obrando en favor
del pueblo de Dios.
«Entonces el
Señor dijo a Moisés: Mira, yo te hago como Dios para Faraón, y tu hermano Aarón
será tu profeta. Tú hablarás todo lo que yo te mande, y Aarón tu hermano
hablará a Faraón, para que deje salir de su tierra a los hijos de Israel. Pero
yo endureceré el corazón de Faraón para multiplicar mis señales y mis prodigios
en la tierra de Egipto. Y Faraón no os escuchará; entonces pondré mi mano sobre
Egipto y sacaré de la tierra de Egipto a mis ejércitos, a mi pueblo los hijos
de Israel, con grandes juicios. Y sabrán los egipcios que yo soy el Señor,
cuando yo extienda mi mano sobre Egipto y saque de en medio de ellos a los
hijos de Israel. E hicieron Moisés y Aarón como el Señor les mandó; así lo
hicieron. Moisés tenía ochenta años y Aarón ochenta y tres cuando hablaron a
Faraón.»
Las evidencias
de que Dios envía a hombres para libertar a su pueblo se repiten en forma
cíclica como representaciones de lo mismo que ocurre ahora y asimismo en el
final de los tiempos.
No hay nada en
la biblia que no nos vayamos a encontrar ahora o más adelante que ya no se haya
tratado o visto en las escrituras sagradas.
Esto mismo hizo
Dios con su hijo Jesús. Es a partir de su venida que somos una generación con
el Espíritu Santo enviado a los hombres. obrando con nosotros, no somos una
siguiente generación, ya no se suceden una generación tras otra, somos la
generación incrédula y perversa, la generación que implora por su consuelo.
«Luego el
diablo lo llevó a la ciudad santa e hizo que se pusiera de pie sobre la parte
más alta del templo y le dijo:
—Si eres el
Hijo de Dios, tírate abajo. Pues escrito está “Ordenará que sus ángeles te
protejan y ellos te sostendrán en sus manos para que no tropieces con piedra
alguna”.»
El mundo es lo
que el diablo edificó, el príncipe de este mundo está al acecho. Cuando a Jesús
lo oyeron leyendo el rollo indicando que “hoy mismo se ha cumplido las
escrituras”, ellos se maravillaron. Pero no pensaron que los recriminaría por
sus actos, pensaron que colmaría sus sentidos con la paz y libertad aparente
que este mundo ofrece. No creyeron que Él vino para reconvenir los corazones a
anunciar la buena nueva a los pobres, a sanar a los quebrantados de corazón.
Todas las
jerarquías de este mundo lo reconocerán y se postrarán, no hay nadie que no
doblará sus rodillas ante Él. Ven como pudo pasar en medio de ellos cuando lo
llevaron para despeñarlo. Si Jesús hubiera sido presa de la tentación del
demonio en el desierto cuando le hubo dicho “Lánzate de lo alto del templo
porque escrito está que el Señor enviará a sus ángeles para que tu pie no tropiece
sobre piedra”.
Si Jesús hubiera
caído en el argumento del demonio en el desierto, cuando lo llevaron a ser despeñado
desde el monte alto cuando les hubo recriminado “ningún profeta es aceptado en
su tierra, y Elías no sanó a ninguno de su pueblo, sino que fue enviado a sanar
a una viuda de Sarepta de Sidón y Eliseo no sanó de la lepra a ninguno de
Israel, sino que sanó a Naamán, el sirio”.
Si Jesús tan
solo hubiera dudado un poco, hoy el argumento del demonio, que sabemos no hay
verdad en él, cuando fue a ser llevado a ser desbarrancado por los judíos, hubiera
cobrado significado en aquel instante.
Es que el
espíritu se disemina o se expande y una simple duda te lleva al vacío, te desencaja
para pecar, te lleva al camino de condenación que no te pertenece.
Entonces si se
hubiese dado el caso de Jesús caer por el despeñadero, en ese caso los ángeles
hubieran salido a su encuentro y juntos lo habrían llevado a hacer el prodigio
que indicó el demonio conseguiría.
Pero ven como
el plan de Dios está por encima de las sensaciones de este mundo, del camino de
condenación y de maldad del demonio.
En el primer
relato, al comienzo se percibe haber encontrado admiración por las palabras que
mencionó y todos los que lo escucharon pusieron sus ojos en Él. Entonces
volvieron al pensamiento terrenal a lo que lo relacionaba con su linaje, e
indicaron “¿éste no es hijo de José?”. Por lo que se vinieron abajo sus
esperanzas. Una duda en una sola frase desdibujó la plenitud de aquel instante su
fe y su confianza se habían perdido.
Dios no va a
ser prodigios o señales para complacer a todos, estos prodigios se dan a cada
instante y solo lo reconocen los que caminan por sus sendas. Dios aparta su
rostro de quienes no creen porque viendo no ven y oyendo no escuchan.
El Reino de los
Cielos es poder percibir el rostro de Dios en quienes sienten con un corazón de
carne, en quienes el demonio les quitó todo para obligarlo a adorarlo y no lo
hicieron.
Son los
afligidos los que nos necesitan y no los gobernantes de esta tierra.
Está en lograr
hacer lo que nos pide sus mandamientos.
El reino de
Dios no es perceptible de forma ostensible ya está entre los hombres.
Está en lograr
encontrar sentido a que se nos haya sido arrancado todo y aún sin nada, reparar
en notar tener esto mayor significado.
Es acercarse a
su gloria, gloria de la plenitud del Padre en su hijo único.
El corazón
humano endurecido vuelve a ser de carne porque cobran mayor significado estos hechos
relatados en la biblia.
Entonces el
corazón mana la vida, mana la gracia de la plenitud de su Santo Espíritu.
El reino de
Dios está al encontrar un espíritu semejante al tuyo en quien pareciera
habernos herido, en nuestros enemigos.
Está al perdonar,
por más que nuestras fuerzas estén dispuestas a destruir.
Está en arrepentirnos
de las actitudes que tenemos, en deponer nuestras malas intenciones, en aceptar
que Dios puede hacernos hombres nuevos.
Dios ha obrado
en los hombres siempre y siempre lo hemos escuchado. Tenemos lo mismo de Él en
nosotros pues somos a imagen y semejanza suya.
Entonces, nos
preguntamos ¿El reino de los cielos es lo mismo que la salvación?
Aunque están
profundamente entrelazados no son lo mismo. El reino de los cielos está
presente a cada instante y el proceso puede ser intenso y sumamente largo. En el
relato de Moisés la escritura da cuenta que Moisés tenía 80 años y Aarón 83
años.
No significa
que antes de esa edad no gozaban y las bondades de Dios, quiere decir que
siempre estuvo con ellos, pero se hace evidente su obra a una avanzada edad.
O también
podríamos decir que Dios está todos los días de nuestra vida, incluso desde la
concepción en el vientre de nuestra madre, pero adquiere un significado cuando
hubo pasado el proceso y las pruebas.
«Y Jesús crecía
en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres.»
«Por tanto, el
Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un
hijo, y llamará su nombre Emanuel. Comerá mantequilla y miel, hasta que sepa
desechar lo malo y escoger lo bueno.»
«Antes que te
formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por
profeta a las naciones.»
«Porque tú
formaste mis entrañas; Tú me hiciste en el vientre de mi madre. Te alabaré;
porque formidables, maravillosas son tus obras;
estoy
maravillado, y mi alma lo sabe muy bien.»
La salvación llegará
al final de los tiempos a la humanidad entera. El reino de los cielos es el camino
que seguimos al poner primero a Dios en todo. Y es necesario poner en práctica la
palabra de Dios.
No se halla de
forma ostensible o que se pueda decir “aquí está o allá está” se consigue cuando
nuestra fe mueve aquella montaña que nos impedía acercarnos a Dios.
«Entrad por la
puerta estrecha, porque ancha es la puerta y amplia es la senda que lleva a la
perdición, y muchos son los que entran por ella, porque estrecha es la puerta,
y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.»
Se salvan, pero
este otro camino es placentero y espacioso; es la condenación que recibirán todos
aquellos que no se reconvinieron a las palabras de vida y verdad de Jesús el
hijo y que está enmarcada en las sagradas escrituras.
Oración. Señor
amado, Dios Padre, queremos seguir tu camino, pero no encontramos en nosotros
la fortaleza necesaria; necesitamos que pongas en nosotros tu gracia para
conseguirlo. Tu hijo nos mostró el camino, pero nuestras necesidades nos
agobian. Haz que no perdamos la vista tu reino, es la mejor forma de vernos contigo.
Te pedimos también por quienes están cerca de nosotros, son seres iguales a
nosotros que pasan por las mismas angustias y aflicciones, pero gracias a ti
venimos perseverando y fortaleciéndonos pues tu gracia y tu poder nunca se
apartaron. Queremos que todos encuentren la senda que quieres que sigamos y podamos
desenvolvernos como verdaderos hermanos.
Todo esto te lo
pedimos en el nombre de tu Hijo, nuestro Señor Jesús. Amén.